La presencia de la Big Band Jazz de México este fin de semana en la zona Mixe es un acontecimiento histórico al que hay que ubicar en un contexto. Por ello les comparto este reportaje que el diario La Jornada publicó hace exactamente diez años. Creo que nos sirve para contextualizar mitos y realidades de la música que se sigue haciendo en nuestros pueblos.
Aquí el segundo programa de esta semana, en el que escucharemos nuevamente a Orlando Rodríguez, director del programa Un son para el corazón. También escucharemos a Martín Ramos, director de la Big Band Jazz de México.
En
15 o 20 años se extinguirá esa rica y variada expresión, alertan expertos
LA
MÚSICA TRADICIONAL DE OAXACA, ENTRE EL MITO Y UNA REALIDAD ATROZ
*La
longevidad de los docentes, la ruptura de la cadena generacional para
transmitir esa manifestación cultural en las ocho regiones del estado, así como
la embestida de la radio y la televisión, entre otros factores, marcan el
precario panorama en el que subsiste esa tradición
ANGEL VARGAS/La Jornada
Oaxaca,
Oax. Entre el mito y una realidad atroz. Ese es el vértice en el que se
encuentra la música tradicional de Oaxaca; alarmante, desde la óptica de
investigadores y especialistas, los cuales prevén que, de continuar la actual
tendencia, en 15 o 20 años ese rico y variado patrimonio se extinguirá en
algunas de las ocho regiones de la entidad.
Una
de las causas es la avanzada edad de la mayoría de los músicos tradicionales y
la fractura, desde hace varios años, en la cadena natural de transmisión de
conocimientos entre generaciones.
De
igual manera, la invasión de modelos, influencias y modas musicales de otras
regiones del país y del extranjero, impuestos por los medios de comunicación
masiva, en particular la televisión y la radio.
A
ello se suma la grave situación económica en gran parte de la entidad, la
migración hacia Estados Unidos y la desaparición de los lauderos locales ante
la imposibilidad de competir con la producción fabril de instrumentos, así como
la falta de técnicos especializados en la reparación de los mismos.
Comunicación con el
cosmos
Tan
adverso panorama, sin embargo, constituye una problemática aguda en gran parte
de la República Mexicana, si bien con sus particularidades, dependiendo de la
entidad o región.
Cuando
menos eso opina la investigadora Amparo Sevilla, una de las principales
autoridades en el tema y actualmente directora de Vinculación Regional del Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes.
De
acuerdo con la especialista, un elemento sustancial de la problemática de la
música tradicional en México son el desconocimiento y la desvaloración que de
ella existe, inclusive en las comunidades donde se genera, con lo cual
comienzan a perderse las fuentes originales y, con ello, varios de los
elementos de cohesión cultural y social.
''Por
desgracia, la música ha pasado a ser en muchos casos sólo un telón de fondo
mientras la gente baila, bebe, plática. Sin embargo, de origen, en las culturas
tradicionales tiene la enorme cualidad de ser un vehículo de comunión con el
universo y el conocimiento", señala.
''Y,
precisamente, lo que se encuentra en riesgo son esos saberes y formas de
vincularse que se dan mediante la música.
''Esa
forma de dialogar con el cosmos, la naturaleza, con la comunidad, se está
perdiendo, al igual que las lenguas y los lazos comunitarios."
Uso y abuso del
world music
Para
Amparo Sevilla, no sólo son pocos los músicos comunitarios que tienen plena
conciencia de todo lo que hay detrás de su persona y actividad, sino que en
varios de ellos prevalece cierto desdén y la idea de que su música es algo
atrasado.
''Los
músicos creen que la música evoluciona y por supuesto que no es así; sólo
cambia, se va transformando. No hablamos de lo primitivo a lo civilizado, que
es un esquema de comprensión del mundo que, en lugar de ayudar a entender,
califica."
Entre
los aspectos que tienen en jaque a la música tradicional mexicana debe
considerarse también ''el uso e inclusive abuso" que de ella se hace
mediante el llamado world music y la extrema comercialización al que este movimiento
se haya sujeto.
Según
la especialista, este tipo de expresión generalmente está elaborada por músicos
que no son originarios de donde proviene la música tradicional, y lo único que
hacen es retomar ciertos elementos de ella para ponerlos en supuestos diálogos
con músicas de otras latitudes.
El
peligro, agrega, estriba en que ''se está convirtiendo en el parámetro o el
icono a seguir, con lo que se da una idea distorsionada de lo que es la música
tradicional y se están desconociendo y desvalorando cada vez más sus
raíces".
La diferencia entre
gozar o sufrir
Aunque
en principio pareciera mínimo, el mal estado en que se haya gran parte de los
instrumentos de los músicos tradicionales es causal del escaso desarrollo y el
endeble estado en el que se encuentra esa expresión artística y cultural no
sólo en México, sino en Latinoamérica.
De
ello está convencido el profesor Jorge Valenzuela, uno de los contados
especialistas en restauración de instrumentos musicales en el país, quien
labora como restaurador en la Escuela Nacional de Música de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM).
''¿Cómo
pretendemos tener buenos músicos con malos instrumentos? ¡Es imposible! Lo peor
es que todavía no nos percatamos de la importancia que tiene la restauración",
señala el docente, en entrevista realizada por Susana Escobar, del equipo de
prensa de Instrumenta Oaxaca.
El
especialista se mostró sorprendido ante la cantidad de problemas que mostraron
la mayoría de los 150 niños y jóvenes músicos de banda que participaron en el
encuentro Instrumenta Tradición, a principios del pasado marzo, provenientes de
las diferentes regiones del estado de Oaxaca.
''Traen
problemas de posición que les acarrea a su vez mala postura, hacen demasiado
esfuerzo porque sus instrumentos no dan el sonido que ellos buscan. Muchas
veces, tocar el instrumento puede volverse un sufrimiento. He llegado a ver
problemas en tendones y articulaciones; todo eso les impide llegar más adentro
de la música, porque, no obstante su gran entusiasmo, sus instrumentos son un
terrible impedimento."
Valenzuela
reafirma su convicción de que el principal problema en México y el resto de
América Latina, en cuanto a desarrollo musical se refiere, son los instrumentos
en malas condiciones. Esto sucede debido al desgaste natural, insiste, pero
sobre todo al mal cuidado.
''Desafortunadamente,
los docentes no les enseñan a los alumnos a cuidar su herramienta de trabajo, y
no lo hacen de mala fe, lo que sucede es que a ellos tampoco les enseñaron a
hacerlo y esto se convierte en un círculo vicioso."
Una realidad
dispareja
Originario
de la región Mixteca, el etnomusicólogo Rubén Luengas, quien ha dedicado una
década al estudio de las músicas tradicionales de Oaxaca, es uno de los
especialistas que avizora el peligro de desaparición de gran parte de esas
expresiones en un plazo no mayor de dos décadas.
Su
principal preocupación es la longevidad de muchos de los músicos tradicionales,
pero sobre todo la falta de interés de las nuevas generaciones por hacerse del
conocimiento de sus mayores y su inclinación por otro tipo de expresiones,
ajenas a su cultura.
''Los
viejos músicos son los últimos depositarios de estas culturas musicales, porque
sus hijos migraron o porque a sus nietos no les interesa, o porque ya no tienen
instrumento, o porque ya no venden las cuerdas para bandolón o bajo quinto, o
porque simplemente ya no hay quien haga esos bajos quintos", dice.
''Si
hacemos una reflexión, grosso modo, de cuál es la situación, veremos por
ejemplo que en Coicoyan hay sólo un laudero, que tiene ochenta y tantos años y
no le ha enseñado a nadie; o en Pinotepa está el último violinista conocido de
la artesa, y en la Mixteca alta el último banjista. Estamos hablando de los
últimos grandes músicos y el fin de una época. Si no recuperamos y preservamos
esa tradición, será sólo recuerdo."
Para
Luengas, el estado de las músicas oaxaqueñas es muy disparejo: ''No podemos
hablar de una situación general de decir están bien, mal o desahuciadas, porque
dependiendo de la región, o más bien de la cultura, la condición es diferente".
Señala,
por ejemplo, el caso del Istmo, donde la música tradicional es vigorosa. No
obstante que sufrió un proceso de transformación, como muchas, sigue
desempeñado un papel muy importante dentro de las ocasiones sociales y
musicales, como en una boda, agrega.
A
manera de contraste, menciona la situación de la Mixteca, la región más grande
del estado, que abarca casi la mitad de Oaxaca. Asegura que allí el fenómeno de
la migración, la pobreza, los problemas sociales y la imposibilidad de los
constructores de instrumentos para competir con la producción en serie son ''el
cáncer fulminante que ha comenzado a comerse a la música, los músicos y los
instrumentos".
Destaca
que ''bandas de viento hay muchas, pero aquí aparece otro gran problema, por el
repertorio que tocan. A diferencia de las zapotecas, del Istmo y las mixes, que
tienen un sentido muy preciso de identidad musical, las bandas mixtecas están
tocando algo que nada tiene que ver con su cultura: interpretan música de banda
de Sinaloa y Pasito duranguense".
A
ello se suma el hecho de que inclusive están configuradas como las bandas de
Sinaloa o Michoacán, con uniforme y botas, y cambiaron su disposición
tradicional de acomodarse en media luna, sentados sobre sillas, y ahora se
apostan en una o dos líneas paralelas y hacen coreografías, a la manera de El
Recodo.
Al
abordar el tema de las bandas en Oaxaca, el etnomusicólogo aprovecha para
aclarar que se trata de un mito que esta formación musical sea lo predominante
en la entidad.
''Se
ha perdido mucha música de Oaxaca. Existe la percepción de que aquí sólo existe
la música de banda, lo cual ha sido creado por las políticas culturales que se
han desarrollado desde hace años. Un músico de cuerdas lo decía muy claro: la
música de banda suena muy fuerte y en un acto político tiene mayor
resonancia", explica.
''Que
Oaxaca ha sido sólo banda es un mito, también desconocimiento. Hay muchísimo
más. Hay mucha música de cuerda en varias regiones, por ejemplo, en la Mixteca
el bajo quinto y el violín; en la misma región, pero en la parte alta, el
banjo, este instrumento de las jazz band, llegó y se incrustó y ahí se quedó
desde los años 30 y 40, y se toca swing, charleston y foxtrot con agrupaciones
de cuerda.
''En
los Valles Centrales hay agrupaciones de chirimía; en la sierra Norte, entre
los mixes, hay banda, pero también agrupaciones de cuerda, que no se difunden
ni se conocen; se les llama conjuntos típicos, porque derivan de las orquestas
típicas del siglo XIX, integradas por mandolinas, bandolones, guitarras,
violines.
''En
la Cañada están los cantos de las mujeres mazatecas, que además se usan para
curación; la del Papaloapan, en la frontera con Veracruz, es la región del son
jarocho, comparten lo afromestizo con lo indígena; parece ser que es el último
lugar en Oaxaca donde todavía se toca el arpa. Y en la Costa Chica, la
presencia afromestiza, con instrumentos como la armónica, la quijada de burro;
instrumentos de origen africano, como la arcuza, la artesa."
Esta
diversidad es desconocida inclusive entre los propios oaxaqueños, lo mismo que
el sentido y el significado que tiene la música tradicional para la vida de los
pueblos, subraya Rubén Luengas.
''Si
realmente fuera cierto eso que se dice de que Oaxaca es música y que ésta es
muy importante en nuestras vidas, no estaríamos padeciendo este panorama de tragedia,
de agonía, de pérdidas, de olvido."
Cantos mágicos y
hongos
A
sus 82 años, doña Gonzala Pineda es una de esos viejos músicos a los que se
refieren los especialistas cuyos conocimientos están en riesgo de desaparecer.
Oriunda
de Huautla de Jiménez, ella es cantante desde que tiene uso de razón, según
afirma. Cuenta que un día se despertó y de repente le llegaron, ''por favor
divino", una amplia serie de cantos que desde entonces entona, sobre todo
en fiestas, pero también en ritos y curaciones.
Y
es que otro de los atributos de esta menuda mujer mazateca está relacionado con
sus dotes de sacerdotisa, así como aliviar y curar mediante el ancestral uso de
hongos alucinógenos, apoyada en rezos y cantos.
Se
define heredera de los conocimientos de la mundialmente conocida y ya fallecida
chamana María Sabina, si bien aclara que ésta a su vez recogió la sabiduría de
Regina Carrera, madre de doña Gonzala.
''A
sus órdenes de usted, soy la mera sacerdotisa de Huautla, pero no me divulgo;
no ando diciendo, como otros, que soy la mera mera, no tengo esa
costumbre", dice con voz chispeante.
Cantar
es un gran placer para doña Gonzala y asume que se trata de ''una bendición del
altísimo". Rememora que inclusive siendo muy chamaca soñó que de grande
sería artista, y por eso toda su vida canta en cuanta fiesta y celebración la
invitan.
Sus
canciones son tradicionales y en lengua mazateca, y muchas de ellas hacen
alusión a flores y frutos, como es el caso de la flor de liz, la de naranjo y
la de piña, que se interpretan en bodas y bautizos.
Uno
de los aspectos que más inquieta a esta sacerdotisa, y lo hace manifiesto
cuantas veces puede, es que su canto está a punto de silenciarse -''me ha
llegado el momento de rendir cuentas"- y por ello ha solicitado con
empecinamiento a sus dos hijos que le regalen una grabadora con casetes
vírgenes para que su voz y sus canciones ''estén vivos por siempre".
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